EDGAR DAVIDS Y SU ETAPA EN EL BARNET

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En 2012, Edgar Davids, un afamado y exitoso futbolista neerlandés, asumió un rol tan insólito como llamativo: entrenador-jugador del Barnet, cuando los Bees militaban en League Two. Davids había sido un mediocampista de élite: campeón de la Champions League 1994/95 con aquel Ajax mítico, multicampeón de la Serie A con la Juventus y protagonista en gigantes como Milan, Barcelona, Inter o Tottenham Hotspur.

Un currículum que, a priori, parecía difícil de encajar con el perfil de un técnico de la Football League. Pero ahí reside la magia del fútbol: en lo inesperado. A sus 39 años, el neerlandés llevaba dos temporadas retirado, tras su paso por el Crystal Palace en Championship. Se había instalado junto a su pareja en el norte de Londres y, de hecho, colaboraba como entrenador en el Brixton United, un equipo amateur del sur. No era algo especialmente serio, pero le servía para sumar horas de experiencia real con la vista puesta en obtener la UEFA A Licence, requisito imprescindible para entrenar de manera profesional.

El giro decisivo llegó gracias a Anthony Kleanthous, presidente del Barnet, quien conoció a Davids en un hotel londinense. “Enseguida congeniamos y le ofrecí la oportunidad allí mismo”, relató Kleanthous a theScore. El objetivo de Davids era obtener la UEFA Pro Licence para poder dirigir en cualquier nivel, y Barnet era el vehículo perfecto. El cruce de caminos se concretó oficialmente el 12 de octubre de 2013, cuando Davids fue presentado como co-entrenador principal y jugador del club.

Comenzó compartiendo el mando técnico con Mark Robson, que ya ejercía como entrenador antes de su llegada, y se trajo como asistente a su amigo de la infancia, Ulrich Landvreugd. Ver a una estrella de semejante calibre en la cuarta división inglesa era surrealista: atraía miradas, curiosidad y una inevitable atención mediática.

Cuando asumió, el Barnet apenas sumaba tres puntos en doce partidos y atravesaba un estado de forma pésimo. Su debut como técnico llegó con una dura derrota por 1-4 frente al Plymouth Argyle. Un estreno áspero, pero acorde al contexto del equipo. Poco después, en su debut como jugador -casi dos años después de su retiro-, los Bees arrollaron 4-0 al Northampton, un destello que simbolizaba la extraña, caótica y fascinante etapa de Edgar Davids en The Hive.

La realidad es que ni Robson ni Davids estaban cómodos compartiendo el cargo. Con el paso de las semanas comenzaron incluso a evitarse. “Cerca de Navidad teníamos un partido fuera de casa y algo ocurrió durante el viaje. Para Edgar, fue suficiente”, contó Landvreugd a la BBC. “Regresó, habló con Kleanthous y le dijo: ‘O Mark o nosotros’. El presidente eligió a Edgar, y ese fue el final de Mark Robson”.

Robson dejó el club el 28 de diciembre, y Davids quedó como único entrenador principal… y también como jugador. “Edgar llegó y Mark pasó a un segundo plano. Se notaba que no estaba contento, porque Edgar era un personaje muy fuerte”, recordó el entonces director de fútbol, Paul Fairclough.

A partir de ese momento, el futuro del Barnet quedó completamente en manos de Davids. Y el escenario no podía ser más delicado. El club iba a dejar el histórico Underhill Stadium al final de la temporada para mudarse a su nuevo hogar, y un descenso significaría un agujero financiero cercano a 1,5 millones de libras. En aquella época no existían los parachute payments, así que la permanencia era una necesidad absoluta. Kleanthous fue claro: el objetivo eran 51 puntos. “Ningún club ha descendido con esa cifra”, le aseguró a Davids.

Edgar siempre fue un tipo de carácter fuerte y extremadamente exigente. Andy Yiadom -hoy en el Reading- confesó a theScore: “Recuerdo ocasiones, y no voy a decir nombres, en las que hizo llorar a compañeros por lo duro que era”. Mauro Vilhete, otro jugador de aquel equipo, añadió: “Cuando te plantabas y te hacías respetar, él lo valoraba”.

Lo cierto es que Davids podía ser implacable y, en ocasiones, abiertamente egocéntrico. La situación con Mark Robson tuvo mucho de un gesto egoísta, porque nunca hizo el menor esfuerzo por adaptarse a la dinámica existente, aunque también fue un fallo del propio presidente, que permitió que todo escalara. Dentro del campo, la convivencia tampoco era sencilla: siempre quería la pelota. Y como entrenador, su dureza rozaba muchas veces el límite. Pero esa era, para bien o para mal, su forma de trabajar.

Estos son dos detalles clave del paso de Edgar Davids por el Barnet: el equipo había evitado el descenso a la Non-League en la última jornada de las tres temporadas anteriores, y ningún club en la historia de la League Two había bajado con 50 puntos. Ese era el listón histórico que tenían delante.

Los Bees de Davids llegaron a su penúltimo partido con 48 puntos. Ese encuentro, además, era la despedida de Underhill, el estadio que había sido su hogar durante 106 años. El guion no podía ser más emotivo. El Barnet ganó frente a los Wycombe Wanderers y salió de la zona de descenso con un gol agónico del goleador Jake Hyde y un penalti detenido de manera dramática por Graham Stack en el último minuto. Tras el pitido final, los aficionados invadieron el césped para celebrar una victoria que sabía a supervivencia… al menos, por el momento.

El Final Day los enfrentó a un Northampton Town que ya tenía asegurado su lugar en los play-offs. A grandes rasgos, aquel día se resume en una sola palabra: drama.

Siete equipos llegaban a esa jornada con riesgo real de descender a la Conference Premier, y uno de los que acabó cayendo fue, precisamente, el Barnet de Edgar Davids. La derrota por 2-0 ante Northampton, combinada con la victoria del “regenerado” AFC Wimbledon por 2-1 frente al Fleetwood Town, provocó un intercambio fatal de posiciones que terminó enviando a los Bees a la quinta división, junto al Aldershot Town.

Un cierre tan cruel como inevitable para una temporada marcada por el límite.

«Había conseguido 51 puntos; quizá si le hubiéramos dicho 53, también lo habría logrado. Creo que Edgar terminó con la sensación de haber cumplido con su parte», dijo Fairclough sobre el descenso. A día de hoy, el Barnet 2012/13 sigue siendo el único equipo en la historia de la League Two que ha alcanzado los 51 puntos… y aun así ha descendido.

Tras aquel drama, y ya en la primera temporada en The Hive Stadium, la estrella neerlandesa comenzó a mostrar comportamientos extraños y una llamativa falta de compromiso. Antes de arrancar la campaña 2013/14 en Conference Premier decidió, de forma totalmente insólita, ponerse el dorsal número 1. Un gesto interpretado de muchas maneras, pero que no lo dejó bien parado en ninguna. En una división donde la provocación se paga caro, Edgar se convirtió en un objetivo perfecto.

En los ocho partidos de liga que disputó aquella temporada, los rivales fueron a por él sin piedad, buscando sacarlo de quicio. Acabó viendo cinco amarillas, dos expulsiones por doble amonestación y una roja directa. También hubo polémica cuando trascendió que se negaba a viajar a algunos encuentros fuera de casa, dejando al segundo entrenador, Ulrich Landvreugd, y al asistente Dick Schreuder a cargo del equipo. Los jugadores, literalmente, no sabían quién estaba al mando ni quién dirigiría la siguiente sesión de entrenamiento.

El goleador Jake Hyde relató una de esas situaciones surrealistas: Davids estaba ya sentado en el autobús, preparado para un partido como visitante, hasta que descubrió que el viaje duraría cinco horas. “Cerró su computadora, la guardó y se bajó del autobús”. A eso se sumaban ausencias esporádicas para atender su marca de ropa, Monta.

Todos estos episodios terminaron generando una fuerte animadversión dentro de la plantilla y entre la gente del club, lo que acabó precipitando el final de la era Edgar Davids en el Barnet. La leyenda neerlandesa presentó su renuncia el 18 de enero de 2014.

Davids dejó el club con 25 victorias en 68 partidos como entrenador y, como jugador, marcó un gol y vio cinco tarjetas rojas en 39 encuentros. Un balance tan peculiar como su propia figura.

Porque, además de haber sido un centrocampista extraordinario, Davids siempre fue un personaje singular, pionero en la estética y en la moda dentro del deporte. Todos lo recordamos por sus míticas gafas -diseñadas específicamente por motivos médicos- que terminaron convirtiéndose en un símbolo icónico de su imagen. Ser entrenador-jugador en cuarta división ya de por sí era algo insólito; elegir el dorsal 1 solo por gusto, aún más. En definitiva, fue una presencia única en el ecosistema futbolístico.

También fue uno de los primeros futbolistas en mezclar de forma consciente su imagen deportiva con la cultura urbana. Su marca Monta, pionera en fusionar ropa deportiva con estética de fútbol callejero, nació cuando esa tendencia apenas daba sus primeros pasos.

Así concluyó una de las historias más llamativas y fascinantes que nos han dejado las divisiones inferiores del fútbol inglés. Una etapa caótica, intensa y absolutamente inolvidable.

✍️  Juan Contreras

💻  Juani Guillem

🗓️ (16/11/2025)

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Redacción Ligas Menores

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